domingo, 9 de agosto de 2009

Bianchi Leiton

Apellidos como estos -y juntos tras un mismo nombre- no se ven todos los días. Son apellidos lindos, de peso, no vinosos pero sí rimbombantes, sólidos, de esos que gusta ver en un currículum a la hora de encontrar al funcionario perfecto para llenar una vacante.

Por lo mismo, despertar todas las mañanas y ver ese par de apellidos escritos en tu carnet de identidad, en tu chequera y en tu perfil de Facebook, te dan alguna sensación de superioridad, de grandeza, de merecido triunfo.

Así al menos lo pensamos en Ojo del medio, desde donde hemos seguido con particular atención la carrera de Felipe Bianchi Leiton (FBL), otrora alumno de la Universidad Católica y periodista y colaborador de una gran cantidad de medios chilenos.

¿Cómo conocer de sus logros? Sencillo. Es sólo cosa de ingresar a Wikipedia, escribir su nombre y ahí está. Pero, ¿quién diablos escribe y describe tan minuciosamente la carrera de este comunicador de 40 años? Varias pistas fueron reveladas a comienzos de año por el blog de Esteban Abarzúa en esta entrada.

Con este periodista, columnista y editor en LUN, FBL ha protagonizado varios intercambios de indirectas y directas a través de sus respectivos escritos, aunque ninguna polémica fue tan grande como la que se suscitó en abril luego de que en su habitual columna en Deportes de El Mercurio, FBL nos diera una perfecta lección de clasismo y mal gusto al recordar "a un antiguo compañero" (Abarzúa) como "el hijo de la nana". Pocas veces una de sus columnas recibió los 315 comentarios que hasta el día de hoy ostenta el texto.

Casi cuatro meses debieron pasar para que hoy, en la última edición de la renovada Qué Pasa, FBL se volviera a lucir. En el número de aniversario de la revista, el periodista entrega una interesante entrevista a José Yuraszeck, esta vez en su faceta de hincha y accionista de la Universidad de Chile. Bianchi se siente en confianza en el piso 21 del edificio Millenium, Vitacura, y sin mediar provocación, de improviso, se despacha el siguiente comentario:



¿Suena "un poco chulo"? ¿Es chulo considerarse parte de la familia del fútbol? ¿Chulo? ¿Así como el hijo de la nana?

Es que, claro, cuando eres Bianchi Leiton, y tienes un currículum tan extenso como atestigua Wikipedia, de un día para otro puedes tratar a medio mundo de chulo y estigmatizar a alguien por su origen.

Esta noche no me pierdo su comentario sobre la última fecha del torneo de Clausura. Lo dan como a las 21:30. En Chulovisión Noticias.

3 comentarios:

  1. El día en que Bianchi decida quitarse la vida, que se encarame en su ego y se lance al abismo.

    ResponderEliminar
  2. El zángano e inculto deforme ahora dice que no tenía esa intención, amparado en que El Diario de Agustín archivó la publicación. Juzgue usted:

    Felipe Bianchi
    Martes 07 de Abril de 2009
    Ya es para siquiatra


    Felipe Bianchi.jpg

    En los alegres años de colegio teníamos un compañero de curso muy antipático que era conocido como "el hijo de la nana". Era gordo, feo, pavo. Pero lo peor que tenía era su insufrible resentimiento.

    Era envidioso y acomplejado. Siempre estaba rabiando. Porque no tenía plata, porque no tenía amigos, porque siempre le tocaba, literalmente, bailar con la fea. Pasaba mortificado porque no tenía gracia alguna. Era malo para la pelota, porro y, para peor, nunca aprendió a escribir. Un perdedor de caricatura era el pobrecito.

    Pero sobre todo mala persona. Por eso lo despreciábamos. No por su origen. No por su aspecto grasoso. Era malo, el jetón. Malo con ganas. Rastrero, falso, servil, pequeño. Y, además, tenía una cosa muy rara: les tenía pavor a las rubias. Le daban miedo. No era capaz de hablarles. A diez metros de una rubia, de cualquier rubia, ya estaba angustiado. Sudando y temblando, porque el guatón además era cobarde. Juraría, de hecho, que nunca conoció a una rubia. Digo como Dios manda, bíblicamente. Y eso lo volvía loco.

    Pues bien, no sé por qué cada vez que Argentina revive su trauma por la altura me acuerdo de ese miserable. Tal como a él con las rubias, algo les pasa a los albicelestes con La Paz. Incluso antes de llegar a la ciudad. Algo aparece. Algo que los aflige, los descompone, los irrita.

    Una suerte de complejo que los transforma en maníacos. Se mosquean, se ponen suspicaces, susceptibles, quisquillosos. Se taiman.

    Porque seamos francos: no puede ser que jugadores tan buenos como Messi, Agüero, Mascherano, Gago o Tevez se transformen en un puñado de niñitas aterradas cada vez que suben a La Paz. Y ojo que no es nuevo. Les ha pasado siempre. Por generaciones. Están bien preparados físicamente (mucho mejor que el 90% de sus colegas de Sudamérica). Comieron carne y tomaron leche cuando niños. Son gente de mundo. Juegan en Italia, en España, en Inglaterra. Tienen experiencia de sobra. Se han enfrentado con éxito a los públicos y a los rivales más difíciles que uno se pueda imaginar. Manejan códigos. Son cabroncitos. Y talentosos. Mucho más talentosos que el promedio. Sin embargo... algo les pasa cada vez que juegan con Bolivia en la altura. Se desinflan como un globo de cumpleaños. Se chupan.

    Ya está archicomprobado que jugar en La Paz no causa daño alguno. A los chilenos, a los colombianos, a los ecuatorianos, a los paraguayos, a los uruguayos, a los venezolanos, a los peruanos no les pasa nada cuando van a Bolivia. Pero los argentinos, vaya uno a saber por qué, se vuelven locos. Se borran, se anulan. Es como para siquiatra.

    Hay jugadores a los que les molesta el calor. A otros el frío. O la contaminación. La humedad, el viento, las canchas sintéticas, la nieve. Pero son personas específicas. No países enteros.

    Si fuera por los argentinos, La Paz habría desaparecido del mapa hace rato. Por eso hay que estar atentos, ponerse fuertes y prepararse para la ofensiva inclemente que volverá a caer en los pasillos de la FIFA sobre los pobres bolivianos. Es el momento de decir, como el poeta Redolés, que aquí nadie discrimina a los bolivianos... porque todos somos bolivianos.

    Argentina no va a dejar pasar, así como así, la afrenta del otro día.

    Y volverá, más temprano que tarde, a insistir, majaderamente, en la inconveniencia de jugar en la altura. Entonces habrá que aclararles -como al "hijo de la nana"- que en realidad el problema está en ellos mismos. En su cabeza. Y no en la altura del resto.

    ResponderEliminar
  3. https://web.archive.org/web/20090410000628/http://blogs.elmercurio.com/deportes/2009/04/07/ya-es-para-siquiatra.asp

    ResponderEliminar